Este ha sido un largo silencio motivado por muchas razones muy diferentes. Pero creo que hay que volver. Quiero tratar de contribuir a mantener la esperanza colectiva, la reflexión crítica, sosegada y rabiosa al mismo tiempo, en estos momentos complicados, donde la economía parece haber vencido a la Política, la mentira a la Ética y la demagogia a la Retórica. Es tiempo, por tanto, de reafirmar las Resistencias que hace ya 8 años urgía Ramonet. O como decía mi querido Emmanuel Mounier, manifestándose en 1949 en contra de la creación de la OTAN, "contra esta guerra ha llegado esta vez el tiempo de los insurrectos.
Pero comenzamos la vuelta y el año recien estrenado con la pérdida de uno de nuestros referentes clave en el mundo de la bioética española, un permanente insurrecto: el P. Francesc Abel , que falleció el 1 de Enero de este mismo año 2012.
Abel, a quien no tuve la fortuna de tratar en profundidad, fue uno de los pioneros de esa fecunda bioética que, desde referentes católicos inspirados por la Teología Moral renovada del Concilio Vaticano II -hoy tan denostado- , facilitó a personas creyentes y no creyentes un terreno común en el que debatir, compartir y discrepar razonadamente sobre los problemas éticos de la biomedicina. Su principal legado, el Instituto Borja de Bioética, sigue siendo hoy en día un lugar clave para todos los que andamos por estos pagos de una bioética crítica y plural.
Abel, con su espíritu abierto, creativo y antiautoritario fue un vivo ejemplo de lo que quiere ser una bioética que responda con altura a los tiempos que vivimos. Por eso, como no podía ser de otro modo, tuvo sus dificultades con la jerarquía de la Iglesia Católica oficial, siempre alérgica al debate crítico, permanentemente atada a los dogmas intelectualmente perezosos. Basta recordar el documento del Instituto Borja de 2005 titulado "Hacia una posible despenalización de la eutanasia", que tantas críticas recibió, o el magnífico monográfico de 2009 "Consideraciones sobre el embrión humano" que con enorme respeto se distancia de la posición oficial de la Iglesia Católica en esta materia.
Hoy, sin Abel, estamos más huérfanos. Necesitamos más gente como él y confiamos en que el Instituto Borja seguirá siendo un semillero de nuevos insurrectos. Los necesitamos, hoy más que nunca.
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