jueves, 29 de noviembre de 2012

Ética y huelga sanitaria

La palabra "profesional", aunque se use actualmente de forma general, haciéndola casi sinónimo de "trabajador", tiene en realidad un espesor y una complejidad muy importantes. No puedo ni quiero profundizar ahora en esa idea por lo que iré directamente al grano para hablar de la profesión sanitaria, de lo que significa ser tal cosa y de cómo ello repercute en nuestro juicio sobre la legitimidad ética de una huelga de este colectivo.

Un profesional sanitario es alguien que, actualmente, posee una identidad compleja. Tiene que asumir al mismo tiempo cuatro dimensiones, cuatro "identidades", de cada una de las cuales se derivan exigencias éticas. Así, tiene una dimensión profesional de compromiso individual con sus pacientes concretos, tiene además un compromiso profesional social con la protección de la salud colectiva y la eliminación de las desigualdades en salud, tiene también unos derechos laborales como trabajador y por último tiene obligaciones como ciudadano en la defensa de una sociedad justa, pacífica y equitativa.  Ser un buen profesional sanitario hoy en día implica saber mantener adecuadamente la tensión ética de estas cuatro identidades.

La emergencia progresiva y sumativa de estas diferentes identidades es fruto de la historia. Y la manera en la cual los profesionales sanitarios han afrontado la posibilidad de hacer una huelga está relacionada con su surgimiento. 

Es curioso que no exista mucha literatura sobre las dimensiones éticas de la huelga de los profesionales sanitarios. Quizás se deba a que una "huelga médica" ha sido una realidad extraña al mundo de la Medicina hasta hace bien poco. De hecho, este fenómeno sólo aparece es a partir de la segunda mitad del siglo XX. Por eso, la historia de la huelga médica hay que analizarla a la luz de la historia política y económica de las sociedades avanzadas, que es el motor de la progresiva transformación de la identidad profesional de los médicos.

Para comenzar: una de las primeras huelgas médicas de las que se tienen noticia se produjo por la resistencia de los médicos a la expansión del Estado de Bienestar mediante la creación de servicios sanitarios públicos y por su defensa de los clásicos modelos privados de ejercicio profesional liberal. Tuvo lugar en 1962 en la provincia canadiense de Saskatchewan. Los médicos querían que el Gobierno de la provincia suspendiera la implantación de un seguro médico universal. Obviamente actuaban desde la identidad profesional más clásica y primigenia, la que se identifica con el contrato moral -o legal- privado del médico con un paciente individual en orden a proteger y cuidar su salud. Los médicos canadienses pensaban que el proyecto amenazaba esa identidad. Afortunadamente fracasaron y el proyecto del gobierno salió adelante, permitiendo así que la configuración del sistema sanitario público canadiense avanzara. Pero con ello se abrió la puerta a la adquisición de una segunda identidad, la del médico como trabajador asalariado. Esto era algo que ya había venido ocurriendo de forma progresiva en Europa a medida que, tras la Segunda Guerra Mundial, emergían los Estados de Bienestar.

Sin embargo, parece que estas dos identidades consiguieron armonizarse lo suficiente y lo cierto es que no existen noticias de huelgas médicas prácticamente en los siguientes 20 años. Eran años de riqueza y de expansión acelerada de los sistemas sanitarios y de la medicina tecnológica. Pero el cambio de ciclo económico subsiguiente a la crisis del petróleo de 1973 hizo girar la rueda de la Historia. La crisis trajo como consecuencia un cambio de ciclo político, ejemplificado en dos personas: Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Con ellos, el Estado de Bienestar sufrió el primer ataque serio de su historia por parte del capitalismo neoliberal y de la tradición política y moral neoconservadora.

Hay que decir que, en mi opinión, este primer ataque no se atrevió a asaltar realmente el corazón del Estado de Bienestar: lo podó, lo contrajo, lo hirió, pero no se atrevió a tratar de destruirlo directamente. Creo que sabían que no tenían suficiente apoyo popular para lograrlo. En cualquier caso, en esta primera era de reajustes en los sistemas públicos del Estado de Bienestar, los profesionales sanitarios, ahora ya, como hemos dicho, intensamente laboralizados, empezaron a ir a la huelga y, consiguientemente, a surgir los primeros análisis éticos de la cuestión. Fueron los países de la Commowealth bajo la órbita del thatcherismo -Reino Unido, Nueva Zelanda, Sudafrica-, o afines como Israel, los primeros en sufrir estas huelgas. Las reivindicaciones planteadas en todas ellas eran básicamente laborales: salarios, despidos, carga de trabajo y horario laboral. En España, a la que todo llega con una década de retraso, la huelga de los médicos del Insalud de mayo de 1995 -no secundada por la enfermería- , liderada por la CESM con el apoyo de la OMC, es en mi opinión claramente heredera de esta tendencia. La paradoja es que quien gobernaba entonces era un partido socialista. En cualquier caso, estas huelgas médicas se plantearon claramente desde la segunda identidad: la del médico como trabajador, de ahi el liderazgo sindical de la medida. No tengo tan claro que, al menos en España, visto quienes lideraban las movilizaciones y el trasfondo político que portaban, esta identidad se acompañara por entonces de la tercera identidad, la de la transmutación del perfil profesional clásico en uno nuevo: el que a la idea del contrato moral individual médico - paciente añade la dimensión social, la del contrato moral colectivo con la sociedad en orden a la protección de la salud pública y la justicia sanitaria.  Sin embargo sí creo que en los siguientes 20 años de relativa paz sanitaria que hemos vivido en los países avanzados y, en concreto, en España, esta tercera identidad se ha ido generando e incorporando a la mentalidad de muchos profesionales -aunque nunca de todos- .

Pero la nueva crisis económica, generada esta vez directamente -a diferencia de la del 73 que tenía más base en la economía real- por el capitalismo neoliberal financiero, ha acabado con los 20 años de paz. Lo asombroso es que el neoliberalismo económico, político y moral, el mismo que ha generado la crisis, haya hecho de la aparente debilidad, fuerza y virtud. Tanto como para considerar que había llegado el momento de acabar la tarea iniciada por sus ídolos de los ochenta: la destrucción total, fundamentalmente mediante la privatización, de los sistemas de protección que vertebran los Estados de Bienestar. Y en esto estamos.

Pero lo más interesante es descubrir que la identidad desde la que los médicos, los profesionales sanitarios en su conjunto están yendo ahora a la huelga es, otra vez, diferente de la de los anteriores ciclos. Ahora, si creemos lo que se nos dice, las reivindicaciones no provienen tanto de su identidad como trabajadores, aunque también existan reivindicaciones en este campo como es natural, de ahí la presencia de los sindicatos. Lo que parece alumbrar es la adquisición de una nueva identidad, la cuarta: la que integra la dimensión profesional comprometida no sólo con los pacientes individuales sino con la sociedad en su conjunto para convertirse en identidad ciudadana, vinculada a la defensa general de los derechos, las libertades y la justicia. Se trata de una identidad con fuertes bases en la ética civil y con un perfil de compromiso político - ¡que no partidista!!-, en la onda de los movimientos sociales que se han generado en muchos países y a muchos niveles para hacer frente a esta crisis tan despiadada.  De aquí el peso, en esta nueva huelga médica, de las organizaciones profesionales, incluyendo una OMC que ha virado de manera estupenda desde las posiciones reaccionarias que defendía hace tan solo unos pocos años.

Personalmente me identifico plenamente con esta nueva identidad y, por tanto, vaya mi apoyo más sincero a cuantos se empeñen en esta lucha pacífica. Pero..., hay un "pero". Es el siguiente: la nueva identidad no puede anular a las anteriores. Si alguna de estas identidades se vuelve hegemónica sobre las demás y las anula, se cruzarán líneas rojas del comportamiento ético profesional. El reto ético es, por tanto, en una huelga de profesionales sanitarios, cómo actuar de tal manera que se respeten al mismo tiempo las cuatro dimensiones de la identidad profesional, para que la medida tenga plena legitimidad ética. Yendo a lo concreto: no creo que parar la actividad general del sistema sanitario durante dos días sea algo éticamente incorrecto siempre y cuando se garantice la atención sanitaria de las emergencias, urgencias u otra actividad sanitaria cuya demora produciría daño directo a  los pacientes (por ejemplo, una cirugía programada de una neoplasia grave). Todo lo contrario; creo que lo que está en juego es tan importante que puede y debe hacerse, igual que muchas otras medidas de protesta pacífica.

Pero sí creo que una huelga indefinida o ilimitada es algo cuestionable. Hay dos motivos. Uno es estrictamente ético: creo que se cruzan las líneas rojas que antes mencionaba y acaban por destruirse los valores que se defienden. Otro es puramente estratégico, pero no menos importante porque lo que nos estamos jugando es enormemente relevante: al final, los apoyos más importantes se pierden. Y estos son dos: uno el de los propios pacientes, porque la gente aguanta unos días sin atención sanitaria pero no "semanas"; otro, el de los propios profesionales en huelga, porque al final el bolsillo se resiente. Acuérdense de lo que paso con la "marea verde" en Madrid... ¡Seamos más decentes e inteligentes que el poder contra el que peleamos!

Imágenes: Cuadros de Antoni Miró


1 comentario:

  1. Me parece una lúcida reflexión, que me ha enviado un compañero del Grupo de Bioética de SOMAMFYC. Creo que en la huelga madrileña hay datos para pensar que se encuentran todas las dimensiones: la social, la profesional, también la laboral...

    ResponderEliminar