lunes, 27 de diciembre de 2010

Dignidad

¿Aceptar libremente, siendo una persona de baja estatura, ser lanzado en un campeonato de "lanzamiento de enanos" (dwarf tossing)?, ¿ejercer libre y voluntariamente la prostitución?, ¿practicar el sadomasoquismo, como sujeto activo o pasivo?, ¿ser hombre-anuncio de "compra de oro" por las calles de Madrid?...

Todas estas prácticas, aún siendo aparentemente tan diferentes, han sido cuestionadas y debatidas a la luz de una palabra: dignidad. En general, se ha dicho que son éticamente inaceptables porque son vejatorias y siempre comportan un atentado contra la dignidad de las personas. Sin embargo argumentar este juicio no es tan sencillo y seguro como parece.  

El término "dignidad" es uno de los más importantes de la Ética, en concreto de la ética moderna que se inaugura en el Renacimiento. La literatura humanista que trataba de recuperar la centralidad del ser humano para la filosofía, la política y la historia comenzará a usarlo con profusión. Así lo hizo el italiano Giovanni Pico della Mirandola en su famoso "Discurso sobre la dignidad del Hombre" (1486) o el menos conocido, Hernán Pérez de Oliva, de origen cordobés, en su "Diálogo de la dignidad del hombre" (1531).

Pero sin duda alguna, el término está indisolublemente asociado a Inmanuel Kant y a la filosofía práctica que inaugura con la "Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres" (1785) y sus diferentes formulaciones del "imperativo categórico". La dignidad del hombre proviene de su capacidad autolegisladora, de su autonomía. Esto lo convierte en fin en sí mismo, algo que no puede ser utilizado sólo como un medio, algo que no tiene precio, sino dignidad.

"La razón refiere, pues, toda máxima de la voluntad como universalmente legisladora a cualquier otra voluntad y también a cualquier acción para consigo misma, y esto no por virtud de ningún otro motivo práctico o en vista de algún provecho futuro, sino por la idea de la dignidad de un ser racional que no obedece a ninguna otra ley que aquella que él se da a sí mismo.
En el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad . Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente , en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad."


Y un poco más abajo concluye rotundamente:

"La autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional".

El concepto de "dignidad" es, en la perspectiva kantiana, un concepto "formal", es decir "obliga" pero sin determinar a priori el contenido de esa obligación. Son los seres humanos en conjunto y, cada uno para sí mismo, quienes deben dotar de contenido material esa obligación formal de "respetar la dignidad de los seres humanos". Este proceso es, por tanto, necesariamente contingente e histórico, cambiante. Lo que hoy consideramos "indigno" mañana puede llegar a dejar de serlo, y viceversa.

Casi nadie niega hoy en día que la mejor manera de dar contenido al ideal formal de la "dignidad" es la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y los Pactos (1966) que la desarrollan. Pero esta Declaración tiene un valor contingente y es fruto de la historia. Es decir, la manera de realizar prácticamente el ideal de la "dignidad" cambia. Nuevos derechos surgen cada día y otros pasan a segundo plano. Todo ello porque, como dice la primera línea del Preámbulo de la Declaración, "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana". De igual modo, esta idea de dignidad encabeza el artículo 10 de la Constitución Española (1978), abriendo el Título I del texto, dedicado precisamente a los "derechos y deberes fundamentales" de los ciudadanos españoles. Es la clave de bóveda formal de todo el texto constitucional y a la luz de ella hay que interpretarlo.

Sin embargo, algunas personas entienden todo esto de otra manera. Ellas dotan de contenido definitivo el ideal de la "dignidad", entendiéndolo como una nueva manera de explicar el antiguo "derecho natural", donde el ser humano tiene una serie de derechos a priori, intrínsecos y definitivos, "por su propia naturaleza", que todos debemos respetar. Lo cierto es que la voluntad "autolegisladora" de la autonomía kantiana queda, en esta interpretación, muy cercenada.La impresión de que dichos contenidos son "impuestos desde fuera", heterónomamente, es muy importante.



Por eso es muy importante diferenciar tres niveles de uso de la palabra "dignidad".
 
El primero es el formal, es el que se predica de todos aquellos seres vivos a los que etiquetamos como personas, como seres con capacidad autolegisladora. De todos ellos decimos que merecen la máxima consideración y respeto, porque tienen dignidad y no precio. Ninguna persona, por muy lamentable que sea su condición física o psíquica o por muy cuestionable que pueda ser lo que haga, pierde en ningún momento este nivel de dignidad: ni los "enanos", ni las prostitutas, ni los sadomasoquistas, ni los "hombres-anuncio". Pero, paradójicamente, tampoco quienes los lanzan, contratan o utilizan. Las personas tienen, siempre, de forma inherente y formal, plena dignidad.
 
El segundo nivel trata de dar contenido práctico a ese ideal de dignidad. Ya no es por tanto un nivel formal, sino material. Actualmente identificamos como "dignas" aquellas prácticas o situaciones que predicamos o aplicamos a los demás y que son coherentes con los Derechos Humanos tal y como se definen en cada momento histórico. Respetar la dignidad de "los otros", de los diferentes a mi, consiste en proteger y cumplir los derechos humanos que les corresponden como personas. No es el "enano" lanzado quien actúa "indignamente", en todo caso es quien lo lanza. Lo mismo podría decirse de quien utiliza los servicios de una prostituta, compra servicios sadomasoquistas o contrata a un parado como "hombre-anuncio".  En todos estos casos, las personas parecen estar siendo utilizadas sólo como medios, y no como fines en sí mismas.

Pero hay un tercer nivel muy importante, también material. Es imprescindible para poder contrapesar el nivel anterior, para evitar que, pretendiendo proteger la "dignidad" de los "seres humanos en general", acabe produciendose, paradójicamente, lesión de la dignidad de los "seres humanos concretos". En este nivel cada uno define libremente lo que considera "digno" para sí mismo. Se trata del nivel de la autonomía personal. Es desde este nivel desde el que algunas personas de baja estatura consideran el ser "lanzados" simplemente como un trabajo más. No lo consideran necesariamente "indigno" hacia ellos y opinan que son justamente remunerados por hacerlo. Lo mismo sucede con quienes ejercen libremente la prostitución, venden prácticas sadomasoquistas o se contratan como "hombres-anuncio". Es precisamente el argumento de la libertad personal, que entronca directamente con la idea kantiana de la dignidad como autonomía, el que subyace en esta postura. 

No es siempre fácil articular el segundo y el tercer nivel. Los conflictos con la idea de "dignidad" surgen de aquí. Todos intuimos que el tercer nivel es esencial y que no es fácil etiquetar un comportamiento como "indigno" cuando el que lo padece no lo vive como tal, y viceversa. Sin embargo esto tiene al menos una condición y un límite. La condición es que dicho juicio sea verdaderamente libre, voluntario en su esencia. El límite básico es que la conducta no puede consentir en una renuncia a la propia libertad, porque este es precisamente -Kant, dixit-  el mismo fundamento de la dignidad. Por eso, uno puede aceptar ser "lanzado", prostituirse o trabajar como "hombre-anuncio". Pero lo que no puede hacer, aunque lo desee libremente, es venderse como esclavo.

Imágenes: Obras de Juan Cuéllar.

7 comentarios:

  1. Entiendo la humanidad como un todo imbricado, no como islotes yuxtapuestos que nada tienen que ver unos con otros. Reivindicar la dignidad de una persona es inseparable del deber de respeto de esa dignidad por parte de los otros. El que se vende como esclavo arruina la esencia de su dignidad: la libertad. El que compra esclavos arruina la dignidad de la humanidad, incluso la suya y la de sus descendientes. Introduce en el mundo la semilla de la desconsideración, de la cosificación de sus congéneres, de la instrumentalización de lo humano. Implantado, justificado y extendido este proceder, se entontece la conciencia, se amortigua la protesta, se acalla la crítica y se fomenta la indiferencia. Y este magma engulle y anula toda posibilidad de crear y mantener la atmósfera necesaria para seguir reconociendo la dignidad humana. Más allá de los comportamientos particulares de afirmación o negación de la dignidad, la humanidad en su conjunto es responsable de preservar y ensanchar el clima que salvaguarde la dignidad. Y esto sí, este clima sólo se construye con multitud de gestos particulares que la gente particular va adoptando. Los gestos concretos y diarios de dignidad generan una corriente imparable que infiltra sanamente las conciencias y las hace abominar del sujeto que compra esclavos.

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  2. Cuando uno piensa en este tema, la primera impresion es que la "dignidad" cada cual peinsa que la suya es la mas alta, es como la educacion, y mas en este pais ibercio (El español y los siete pecados capitales).Totalmente de acuerdo que sin autonomia no hay dignidad, pero no hay que olvidar que se trata de un proceso historicamente cambiante. Las circustancias, en un mundo tan complicado como el actual, vehiculizan muchos comportamientos que hacen que nuestro "nivel de dignidad" cambie, y si tras un proceso de interiorizacion y de deliberación, la decision tomada no ddaña nuestra sensacion de dignidad, no creo que deba considerarse indigna. Situaciones en las que los cursos de accion han de ser extremos no veo que pueda calificarseles de indignas.

    Dificil pronunciarse sobre la dignidad de los demas, sea del enano lanzado, la prostituta, el hombre-anuncion o de quien los contrata. El el circo tiene o tuvo su papel, el hombre anuncio cumple un rol en el show del negocio actual y la prostituta que voluntariamente (no hace falta poner ejemplos que todos conocemos y son iconos televisivos) ejerce. Dificil pronuciarse, habria que valorar sus motivaciones y circustancias, habria que conocer el grado de autonomia en su decision. Otra cuestion es valorar la dignidad de las personas que utilizan esos servicios.

    Mas facil seria comentar la dignidad de la television-basura, la dignidad de quien vende su vida privada, o mas aun los que venden la mentira de su vida privada.

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  3. En el mundo realmente existente, la libertad y la autonomía están fuertemente sujetas a coacción, presiones, ataques... Piénsese en la libertad para trabajar, para vivir en otro país (inmigración), para acceder a una información verídica y de calidad, para exigir a los gobernantes el cumplimiento de sus promesas. Las libertades individuales están íntimamente imbricadas y anudadas al ejercicio de las libertades colectivas. ¿Tiene el mismo sentido la reflexión sobre la dignidad humana en Haití que en Noruega? ¿Está sujeta esta dignidad a los mismos parámetros de exigencia y autodeterminación personal? ¿Hasta dónde alcanza el potencial para el ejercicio de la dignidad de una persona en un contexto en el que la dignidad colectiva está pisoteada por mecanismos de opresión económica, perversión política, alienación cultural y devaluación de las solidaridades? ¿Hasta dónde se elige uno a sí mismo? Probablemente, los conceptos de libertad, autonomía, dignidad no tengan mucho sentido en el vacío social y, seguramente, en cuanto conceptos, ganen en "dignidad", valga la redundancia, en el interior de una ética que sólo es posible si es social, histórica y liberadora.
    P.D. Perdón que hable con tanto desparpajo siendo tan ignorante
    Antonio Garrido

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  4. Pues sí, Anónimo, estoy de acuerdo, nada que añadir!!

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  5. Dignidad es una de esas GRANDES PALABRAS que de tanto usar corre el riesgo de volverse hueca... aunque recientemente diversos movimientos sociales la recogen como bandera y la dotan de nuevo de amplio significado y nos hacen pensar y repensarnos... Es el caso del movimiento zapatista de los pueblos indígenas chapanecos de la selva lacandona, en México, que ha hecho de la lucha (pacífica) por la dignidad su bandera. En palabras del Subcomandante Marcos:

    NUESTRO DESEO COMO ZAPATISTAS ES QUE, AL MIRARLOS A USTEDES Y AL USTEDES MIRARNOS A NOSOTROS, SIEMPRE ENCONTREMOS DIGNIDAD, QUE CON ESA PALABRA NUESTROS MÁS ANTIGUOS LLAMABAN AL MAÑANA.

    Ellos y ellas hablan de la dignidad de poder decidir cómo vivir en paz en sus tierras, ganándose su sustento, educando a sus hijos e hijas, cuidando su medio ambiente, decidiendo sobre su entorno... sin miedo a que los asesinen, los torturen y los desaparezcan... Hablan de la Dignidad siempre como Autonomía combinada con Solidaridad y con Respeto.
    María Escudero

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  6. Como bien se señala existen personas que consideran la dignidad como un ideal basado en supuestos heterónomos y dentro de este se encontraría el concepto de dignidad "teológica" que se define como: "el ser humano tiene una dignidad que le viene dada por el hecho de ser creado a imagen y semejanza de Dios". De este concepto emana la Instrucción de Benedicto XVI en 2008: "Dignitas Personae". En ella se define el concepto de dignidad que se pretende imponer no sólo a los creyentes sino a toda la humanidad. Es un uso dogmático y ortodoxo de la dignidad que hay que evitar. Asi lo expresan autores como Gilbert Hottois que denuncia los intentos subrepticios de introducir dicho concepto en el debate actual.
    Javier Pacheco

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  7. Muy interesante este tema.Es para pensar.

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