sábado, 11 de diciembre de 2010

"Whistle-blower": ¿chivato?, ¿traidor?, ¿espía?, ¿héroe?

A finales del pasado mes de octubre saltó a la prensa el caso de Cheryl Eckard.  Había sido despedida de su puesto como jefa del Control Global de Calidad del Laboratorio GlaxoSmithKline(GSK) por haber informado a la agencia gubernamental estadounidense de control de fármacos, la FDA (Foods and Drugs Administration), de que el Laboratorio había consentido la comercialización de fármacos defectuosos, adulterados, producidos en su planta de Cidra, en Puerto Rico, en el período de 2001-2005. La empleada denunció a la multinacional. Para evitar el juicio la empresa farmacéutica ha aceptado pagar una multa de 540 millones de euros por sus prácticas irregulares e indemnizar a la trabajadora despedida con unos 70 millones de euros.

Pero más allá del caso concreto, quizás el debate más interesante ha surgido en torno a la calificación moral de la conducta de la empleada. El término que utilizó el periódico El País para dar la noticia fue "chivata", algo que suscitó quejas de algunos lectores por el sentido peyorativo negativo que conlleva. Pero lo cierto es que es difícil encontrar una traducción adecuada del término inglés "whistle-blower", literalmente "el que toca el silbato" o "hace sonar la flauta". Así es como se denominan a las personas que revelan, tanto hacia dentro como hacia afuera, las conductas inapropiadas que se producen en sus propias organizaciones.

La historia está llena de famosos "whistle-blowers". Quizás el más famoso de todos sea "garganta profunda", aquel alto funcionario de la Administración norteamericana de la era Nixon que, desde el más completo anonimato, guió las investigaciones de los periodistas Woodward y Bernstein en el caso Watergate.  El nuevo "garganta profunda" del mundo globalizado a través de Internet sería, como dice el periódico El Mundo, la página de Wikileaks. Más correcto sería decir que lo son quienes han proporcionado a Wikileaks toda la información que está difundiendo.

En el mundo de la sanidad también hay famosos "whistle-blowers". Alguno de ellos bien importantes para la bioética. Henry Beecher fue en realidad uno de ellos. Lo cierto es que varias revistas de prestigio internacional rechazaron la publicación de su famoso artículo, porque consideraban que lesionaría gravemente el prestigio de la comunidad científica e investigadora y no querían enfrentarse a la previsiblemente negativa reacción de ésta.

Más cercana y problemática es la historia de Nancy Olivieri y la deferiprona.  Toda la documentación relevante del caso (en inglés) puede encontrarse en la web de la Asociación Canadiense de Profesores Universitarios. También incluyo a continuación una parte del trabajo que, sobre este caso hizo, en 2005, Mª Elvira Fajardo, alumna del Curso de Introducción  a la Bioética de la EASP de Granada.


Después de 2005 el acoso contra Nancy Olivieri por parte de Apotex, la empresa comercializadora del fármaco, ha continuado con nuevas denuncias por "difamación". Todo ello, mientras la evidencia científica sigue poniendo de manifiesto la utilidad limitada de este fármaco. En 2009, la American Association for the Advancement of Science, "Triple A-S" (AAAS), la asociación que edita la prestigiosísima revista Science, otorgó a Nancy Olivieri su "Premio anual a la libertad científica y la responsabilidad". El reconocimiento público a la corrección moral y honestidad de la "chivata" Olivieri no ha podido ser pues más claro.

Pero le ha costado mucho tiempo y mucho sufrimiento. Y es que, como dice Robert Hall en su libro An Introduction to Healhcare Organizational Ethics, "los empleados que revelan errores de una organización pueden, por lo general, esperar ser ellos mismos maltratados", no sólo por sus superiores, incluso por sus propios compañeros. Es más, sigue diciendo Robert Hall, "aquellos que dan el paso de informar acerca de actividades ilegales o no-éticas serán probablemente condenados al ostracismo, criticados, silenciados, sometidos a abusos, relegados en la promoción profesional o despedidos". No es pues de extrañar que muchos trabajadores prefieran el silencio cómplice. A las organizaciones no les gusta que se les diga lo que hacen mal. Menos aún a sus directivos. Y sin embargo saber lo que no funciona es un requisito imprescindible de toda organización que aprende y busca la excelencia, es una exigencia moral.

Pero las cosas no son tan sencillas. Las motivaciones del "chivato" pueden no ser siempre tan positivas. Hacerle caso sin adoptar precauciones puede ser un ejercicio peligroso e imprudente. En España todos tenemos bien reciente el caso del Hospital Severo Ochoa de Leganés, desencadenado por un informe anónimo de un "whistle-blower", a todas luces sesgado y malintencionado, que ha generado muchísimo más daño del que pretendía "evitar". Robert Hall dice que, para saber si una acción de "whistle-blowing" está justificada, deben respetarse algunos principios:
  • Se han agotado los procedimientos internos habituales para notificar y corregir las actuaciones consideradas no-éticas o ilegales.
  • El "whistle-blower" tiene una evidencia suficiente y consistente de las conductas que denuncia.
  • El daño producido a las personas y a la propia organización debe ser lo suficientemente serio como para compensar el daño que se producirá a la organización al hacer públicas las actuaciones inapropiadas.
  • El daño se está produciendo ya o es inminente.
  • La motivación principal del "chivato" debe ser la protección de otras personas y de la organización frente al daño que pueden producir las conductas inapropiadas, no la venganza o la obtención de beneficios directos o indirectos.
Aun así, no es fácil, ni para el que se enfrenta a la posibilidad de tener que asumir el papel de "whistle-blower", ni para el directivo que tendrá que escucharlo y decidir qué hacer. Suele haber, como en todo conflicto ético, varios valores en juego y priorizarlos no es siempre sencillo. ¿Qué debemos hacer cuándo sabemos positivamente que un colega cirujano de nuestro mismo Hospital es alcohólico? y ¿qué debe hacer con tu información el directivo al que se lo cuentas?...

Al final, de nuevo, sólo nos quedan la responsabilidad y la prudencia. Y es que nunca salimos de "Antígona", siempre, una y otra vez, volvemos a su argumento. Es nuestro sino como seres morales que somos. Ni héroes, ni santos, ni villanos, ni traidores, ni espías, los "whistle-blowers" sólo deben tratar de ser eso: sujetos morales responsables y prudentes. Y quienes los escuchan, también. 

Imágenes: Cuadros de DM Ross

3 comentarios:

  1. En ocasiones la denuncia externa descubre un fallo en el sistema de comunicación interna de la organizacion. Las organizaciones no disponen de procedimientos de denuncia específicos, con capacidad para saltar la estructura jerárquica de la empresa por encima de los superiores inmediatos del denunciante.
    Algunas organizaciones disponen de "líneas éticas directas" para denunciar de modo anónimo, y sin riesgo de represalias de los mandos intermedios.
    Si no existen estos procedimientos internos para notificar y corregir las actuaciones consideradas no-éticas o ilegales, el denunciante puede verse en un callejón con una única salida, en un dilema, con solo dos cursos de acción posibles, denunciar(externamente, a los medios de comunicación) o callar.
    Aunque el Libro de estilo del Servicio Andaluz de Salud, en su punto 56 dice: "Cualquier problema organizativo que se ponga de manifiesto en el momento de la atención, se resolverá a través de los canales internos de comunicación de que disponen los profesionales procurando resolver el conflicto sin añadir nuevas molestias a los usuarios", desconozco como profesional del sistema cuáles son estos canales.

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  2. Jose Manuel Ramos Leon22 de diciembre de 2010, 21:25

    Comentario al pájaro que vuela

    Son las situaciones importantes, las que dejan huella mientras revoloteamos por la habitación, y a veces se mantienen hasta que se sale por la ventana. El “debería de haber actuado de otra manera…” en ocasiones también revolotea por la mente y nos lleva a deliberar, a veces individualmente, y otras veces con los que mas confianza tenemos; es la riqueza de la vida, en esto, entre otros aspectos, nos diferenciamos como especie, como personas; no solo por lo que proyectamos, sino por el análisis de cómo hemos actuado o que debemos hacer ante determinadas situaciones.

    A nivel profesional, y sobre todo cuando se evidencia una repercusión económica, la tendencia es a aparcar nuestros principios mas o menos transitoriamente, con tal de conseguir el objetivo que nos proponemos, como ocurrió recientemente con la visita del Primer Ministro chino a Francia, con la prohibición previa de hablar del respeto a los derechos humanos en China…, estaban en juego miles de millones de euros en contratos, o el sometimiento de la Unión Europea y posterior dilución informativa de lo ocurrido, tras el enfrentamiento inicial, ante la iniciativa de Sarkosi de expulsión de etnias gitanas o rumanas. Esos son los ejemplos que nos van marcando y condicionando en nuestras actuaciones, a todas las generaciones, y especialmente las más jóvenes, que más necesitan de beber en un modelo.

    En el otro extremo, nos encontramos con otro pájaro que en su vuelo, toma la decisión de publicar los Papeles de WikiLeaks, y pone en evidencia por un lado los comportamientos subterráneos de nuestros lideres, en contraposición a las medidas totalmente diferentes que “anuncian” ante los medios de comunicación; y por otro lado, se inicia una caza de brujas internacional alrededor del que toma la decisión de “chivarse”, aunque siempre se ha considerado al chivato como la persona que explicita algo que un amigo le ha confiado, sin permiso de éste. Creo que hay que cambiar el término, en vez de chivato, sería el “defensor de la realidad diaria”.

    Efectivamente todos somos pájaros que volamos en el tramo de la vida, y al recorrer ese tramo familiarmente, con los amigos o profesionalmente… nos encontramos con situaciones ante las que hay que tomar decisiones, que nos marcan; en realidad no deberíamos de pasar la hoja tan rápidamente ante algunas decisiones tomadas, y con cierta prudencia y sentido común, reflexionar.

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  3. Todos sabemos que siempre que hay repercusiones económicas con beneficios importantes para un individuo o grupo, las interferencias ya sean desde el punto de vista competencial, o desde el punto de vista de la moralidad han existido y existirán. La respuesta a esta cuestión es ¿hasta donde puede justificarse los beneficios económicos, sin que se vean perjudicados terceros y en el peor de los casos las personas?.

    Que ocurre con la práctica comercial cuando la consecución de beneficios está referida a industrias cuyo “comercio” es la salud? Nos referimos a la industria farmacéutica. Hasta donde es lícito tener beneficios “sin límites” a costa de la salud. ¿Qué ocurre con medicamentos básicos para tratar determinadas enfermedades y cuyos precios hoy día son “prohibitivos” para la población de países poco desarrollados?. ¿Es desde el punto de vista lícito que los gobernantes de los Estados no interfieran lo suficiente, ante las industrias farmacéuticas, para intentar paliar estas tremendas desigualdades? Para colmo hay estudios que indican que el 70% de los fármacos donados al tercer mundo son inadecuados. ¿Alguna vez se cumplirá el objetivo de “acceso para todos” en cuanto a los medicamentos vitales?

    Hoy día sabemos que el mayor generador de costos en la industria farmacéutica actual no es la fabricación en sí de los medicamentos, ni tampoco las inversiones en investigación y desarrollo, sino los gastos derivados de la comercialización de sus productos.
    Estados Unidos representan el 46% del mercado farmacéutico mundial. Los datos referidos a la relación en I+D y los ingresos de las 10 industrias con mayor facturación durante el año 2004 [1] reflejan que sólo entre el 12-18% de estos correspondían a la inversión en I+D, ej.: en el 1º puesto: Pfizer 46.133 millones de dólares de ingresos y sólo 7.520 millones a la inversión millones. En España la administración española destinó en 2007, 12.506 millones de euros a pagar la factura farmacéutica, un 32% del presupuesto total en salud. Este importe serviría, para pagar durante dos meses las nóminas a los 8,5 millones de pensionistas que viven en España.
    Las prácticas, a veces abusivas, de las industrias farmacéuticas se ponen en entredicho aún más cuando aparecen noticias como las del caso de Cheryl Eckard. Para evitar el juicio la empresa farmacéutica ha aceptado pagar una multa de 540 millones de euros por sus prácticas irregulares e indemnizar a la trabajadora despedida con unos 70 millones de euros.
    En el mundo hay ejemplos muy claros de “whistle-blower", que en castellano se suele traducir como “chivato” y que significa "el que toca el silbato" o "hace sonar la flauta, desde el caso de Henry Beecher uno de los pioneros de la Bioética actual y al que varias revistas de prestigio internacional rechazaron en su día la publicación de su famoso artículo, hasta el caso muy reciente de Nancy Olivieri y la deferiprona.
    Realmente son profesionales que por encima de todo no pueden permanecer impasibles ente el uso abusivo e indiscriminado de ciertas técnicas comerciales, donde para conseguir un fin comercial: beneficios, “todo vale”. La motivación del “whistle-blower", debe ser fundamentalmente “la protección de otras personas y de la organización frente al daño que pueden producir las conductas inapropiadas, no la venganza o la obtención de beneficios directos o indirectos”. A pesar de ello, no es fácil ni para el que se enfrenta a la posibilidad de tener que asumir el papel de "whistle-blower", ni para el directivo que tendrá que escucharlo y decidir qué hacer. Suele haber, como en todo conflicto ético, varios valores en juego y priorizarlos no es siempre sencillo.
    Lo importante de todo es que siempre hayan personas con la capacidad de autocrítica que puedan denunciar ante la opinión publica las prácticas abusivas, insolidarias, o incluso ilegales como las que se reflejan en este Blog. Por ello deberían ser consideradas HÉROES.
    Eucontre1

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