sábado, 23 de octubre de 2010

El CIS y la eutanasia

Una cosa que ya resultaba curiosa y sospechosa era que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), dependiente del Ministerio de la Presidencia del Gobierno de España, dedicara tan poca atención a investigar la opinión de la ciudadanía española sobre la muerte y los problemas éticos que la rodean.

La única encuesta del CIS que abordaba esta problemática era una realizada a una muestra de 1.567 médicos en el año 2002, titulada "Actitudes y opiniones de los médicos ante la eutanasia".  La encuesta ofrecía datos interesantes, pero muchas preguntas estaban lastradas por el uso poco preciso de la tóxica palabra "eutanasia", encima aderezada con las muletillas eternas, "activa", "pasiva" y demás explicaciones.  Es más, algunas preguntas estaban mal formuladas y cometían uno de los errores clásicos del principiante que trata de elaborar por primera vez una encuesta: hacer dos preguntas en una. Por ejemplo, pregunta 19:  ¿cree Ud. que debe cambiarse la ley para permitir a los enfermos pedir y recibir el suicidio asistido por un médico y/o la eutanasia activa? Sorprendente encontrarse algo así en una encuesta del prestigioso CIS.


Pero recientemente los ciudadanos nos hemos enterado por la prensa de que hace un año el CIS realizó un nuevo estudio. Es sospechoso que se mantuviera oculto tanto tiempo, aunque parece que hay más razones de tipo burocrático que estrictamente políticas en ese retraso en publicar sus resultados. En cualquier caso de lo que no hay duda es de que éstos son muy llamativos. Veámoslos.

El título de este nuevo estudio es "Atención a pacientes con enfermedad terminal". La población diana ya no son los médicos, sino la ciudadanía. Se basa en las respuestas a 2.481 entrevistas realizadas en mayo-junio de 2009. Lo primero que llama la atención de este estudio es la calidad de las preguntas formuladas, que contrasta de manera radical con las del estudio de 2002. Ello le proporciona una elevada fiabilidad.


Por ejemplo, la exploración de la opinión sobre la eutanasia se hace utilizando distintas expresiones a lo largo de diversas preguntas, sin utilizar en ningún momento dicho término:

  • P20: Estando en una situación de enfermedad terminal, ¿en qué medida estaría Ud. de acuerdo con que los médicos le aplicasen las siguientes medidas que voy a leerle?
    • Darle todos los calmantes necesarios para controlar el dolor
    • Prolongarle la vida de forma artificial cuando no exista esperanza alguna de curación
    • Dejar que la enfermedad evoluciones de manera natural, sin tratamientos
    • Administrarle la medicación necesaria para aliviar su sufrimiento aunque acelere su muerte
    • Interrumpir un tratamiento que prolongue su sufrimiento cuando le queda poco tiempo de vida
    • Ayudarle a morir para evitar su sufrimiento.

  • P23: ¿Cuál es su grado de acuerdo con las siguientes afirmaciones?
    • Todas las personas deben tener acceso a la asistencia sanitaria necesaria para una muerte sin dolor ni sufrimiento
    • Cada persona es dueña de su propia vida y de elegir cuándo y cómo quiere morir
  • P24. Cuando una persona tiene una enfermedad en fase terminal, que le causa grandes sufrimientos y que le causará la muerte en poco tiempo, ¿cree Ud. que la ley debería permitir que los médicos pudieran poner fin a su vida y a sus sufrimientos, si esta persona lo solicita libremente?
  • P28. ¿Y cree Ud. que debería castigarse al médico que ponga fin, sin dolor, a la vida de un paciente, en la fase final de una enfermedad irreversible si éste se lo pide de manera reiterada y consciente?
Y así sigue la encuesta, reiterando esta misma indagación usando otras expresiones similares en las preguntas P33 y P35. Con las preguntas P25, P34 y P36 la encuesta abre paso al concepto de suicidio asistido, sin nombrarlo. Hay que esperar hasta la pregunta 37 para que finalmente se pregunte directamente utilizando la palabra eutanasia, (¿Cree Ud. que en España debería regularse por Ley la eutanasia?) y  a la 38 para que se hable explícitamente de suicidio asistido (¿Y el suicidio médicamente asistido?). 

 
¿Cuál es el resultado? Pues el porcentaje de respuestas claramente a favor de la eutanasia en estas diferentes formas de indagar el tema oscila en una horquilla que va desde el 42,8% hasta el 63,3%, pasando por el 49,7%, el 58,4, el 58,6% y el 58'8%. En resumidas cuentas, por esta vez los medios de comunicación que, al comentar este trabajo, hablaron de que en torno al 60% de los españoles aprobarían la legalización de la eutanasia fueron correctos, decían la verdad.  El apoyo al suicidio asistido, una conducta que la encuesta estudia con menos insistencia, es menor. La horquilla de apoyos oscila entre el 38,9% y el 45,6%, con una media aproximada del 40%.


Pero la encuesta no sólo explora este tópico. A lo largo de sus más de 65 preguntas desfilan temas relacionados con la información a pacientes adultos y menores, con la limitación del esfuerzo terapéutico, la sedación paliativa, el Estado Vegetativo Permanente, las voluntades anticipadas, etc.


Muy llamativa es la opinión de la ciudadanía sobre un tema tan candente como es el de la objeción de conciencia. Así, el 54,2% de los encuestados son totalmente contrarios a que  los médicos tengan "derecho (por ley) a negarse a realizar tratamientos si son contrarios a sus creencias personales o religiosas" (P7). Es más, un 47% están totalmente seguros de que "se debería aplicar algún tipo de sanción a los médicos que, en esos casos, se nieguen a realizar algún tratamiento" (P8).




La importancia de este estudio parece, por tanto fuera de toda duda. Aun teniendo en consideración las lógicas limitaciones técnicas inherentes a este tipo de estudios, sería deseable que los profesionales sanitarios, los periodistas, los obispos, los especialistas en Bioética y los políticos tomaran seriamente en consideración sus resultados antes de lanzarse a hacer afirmaciones acerca de lo que los ciudadanos piensan o no piensan, quieren o no quieren en torno al complejo tema de las decisiones al final de la vida.

Sería una magnífica demostración de prudencia, cosa de la que en general no andamos muy sobrados en los tiempos que corren.

Imágenes: Cuadros del pintor coruñés Urbano Lugrís (1908-1973)

10 comentarios:

  1. Felicitaciones por el artículo que también cito en Twitter.

    Pepe Morán.

    ResponderEliminar
  2. Este estudio sirve fundamentalmente a los clínicos. Vivimos demasiado atemorizados ante los pacientes y sus familias al pensar que no podran abordar con entereza los problemas del final de la vida.
    A veces somos nosotros mismos quienes ponemos mordazas y los pacientes quienes desean fervientemente intercambiar sus problemas y compartir sus angustias.
    No debemos censurarnos.

    miguel melguizo jiménez

    ResponderEliminar
  3. Gracias Pepe por tu comentario, y gracias Miguel por tu reflexión acerca de la necesidad de "no amordazarnos". Es importante que aprendamos a hablar con nuestros pacientes, con los ciudadanos sobre estos temas. Yo también pienso que, más allá de las lógicas reticencias a abordar esto, hay una necesidad, un deseo de poder confrontar con alguien sobre esto. Esto es especialmente cierto en el caso de los y las cuidadoras.
    Un abrazo fuerte a los dos
    Pablo Simón

    ResponderEliminar
  4. Al margen del avance en el discurso social que se desprende de los resultados de este estudio, me gustaría compartir una reflexión sobre un dato que ha llamado mi atención. Frente a la media del 60% de la ciudadanía que apoyaría la eutanasia, este porcentaje baja a un 40% cuando se les pregunta sobre el apoyo al suicidio asistido. Antes de realizar este estudio, el CIS encargó un estudio cualitativo que permitiera comprender las categorías discursivas que la ciudadanía produce sobre la atención a los pacientes al final de la vida. En el citado estudio, se concluye que el imaginario colectivo asocia eutanasia con situaciones de terminalidad, irrevesibilidad e inmovilidad, mientras que el suicido se asocia a cierta autonomía del sujeto y no siempre a enfermedad. Sería algo así como una dejación de responsabilidades, mientras con la eutanasia "alguien" (profesional sanitario) es la causa directa de mi muerte, en el suicidio asistido "yo" tengo la responsabilidad y decisión de hacerlo. Así que apertura sí¡ pero sin responsabilidades. Se abre el debate a más interpretaciones. Saludos
    Maite Cruz

    ResponderEliminar
  5. Al margen de la importancia que tiene este estudio al reflejar la evolución del discurso social de la ciudadanía sobre la atención a personas al final de la vida, me gustaría compartir una reflexión sobre un dato que ha llamado mi atención. Mientras los resultados destacan que aproximadamente una media de un 60% apoyaría la eutanasia, este porcentaje desciende a un 40% en el caso del suicidio asistido. Previamente a la realización de este estudio cuantitativo el CIS encargó un estudio cualitativo para identificar las categorías discursivas que emergían sobre este tema y poder plantear las preguntas de manera más acorde al imaginario colectivo. En este estudio cualitativo se plantea que mientras la eutanasia se relaciona con situaciones de terminalidad e inmovilidad, el suicidio se asocia a autonomía y no siempre a un problema de salud, por lo que la palabra “médicamente” (asistido) se obvia. Es una especie de dejación de responsabilidades, si la causa directa de la muerte la tiene un profesional se acepta mejor que si es uno mismo el que tiene que asumir esa responsabilidad. Un abrazo, Maite Cruz

    ResponderEliminar
  6. Algunos nos preguntamos cómo puede ir todavía tan retrasado el debate social sobre el alivio de los últimos sufrimientos de las personas en su tránsito hacia el más allá. Los que han perdido algún ser querido tras una agonía, larga o corta, aliviada o no, saben que, tarde o temprano, avanzaremos hacia una mejora en los cuidados paliativos de enfermos terminales que suponga al menos una disminución de su sufrimiento "aunque" conlleve un acortamiento del mismo.

    ResponderEliminar
  7. La encuesta es un buen modo de conocer una realidad tan compleja. Creo que realmente fotografía la realidad aunque cuando trabajas en este entorno te das cuenta que un tema son las opiniones y otra son las decisiones. Cuando nos toca decidir la incertidumbre paraliza al paciente pero sobre todo a la familia. Pero muchas veces los profesionales no estamos tampoco a la altura de las circunstancias. Debería abrir debates sinceros en nuestro entorno y en una sociedad a veces mas madura de lo que creemos.
    Javier Pacheco

    ResponderEliminar
  8. Un claro ejemplo de que las actitudes y los modos de actuar están cambiando es el de Javier Santos, cuyas últimas 24 horas ha narrado Juan José Millás en el suplemento del pais semanal de 5/12/10. Cuando Javier fue consciente de que su enfermedad era incurable decidió morir, pero pacíficamente tal y como correspondía a su forma de ser. En una carta dirigida al juez, afirma que "su voluntad de morir es fruto de sus valores y que nadie y que adopta esa decisión de manera libre y voluntaria, sin que ninguna persona tenga que cooperar para llevarla a cabo". En sus últimos momentos estuvo acompañado por voluntarios de la asociación pro derecho a morir dignamente. Creo que su testimonio aunque estremecedor merece la pena ser leido.
    Mariola Chacon

    ResponderEliminar
  9. Siempre me resulta bien curiosa la dificultad que existe en nuestro contexto cultural para abordar con naturalidad todo lo relativo a la muerte. Casi todas las personas tenemos proyectos vitales asociados a distintos eventos del proceso vital: el trabajo, el matrimonio, la jubilación, la maternidad/paternidad, el ocio y tantos otros, pero ¿y sobre la muerte?, ¿y sobre nuestra muerte?, ¿cuántos/as la preparamos?, ¿cuántos/as la miramos como parte de nuestro proceso vital, como un hecho que llegará, antes o después?
    Creo que este hecho cultural (entre otros) está en la base de numerosos "conflictos" que afectan a la práctica de la medicina en la actualidad: el pacto de silencio, el encarnizamiento terapéutico, las peticiones de pacientes que quieren decidir sobre su vida y su muerte y no siempre pueden (a todos/as se nos vienen algunos nombres populares a la mente), la aplicación de tratamientos futiles a pacientes en situación terminal...
    En este tema, además, me parece que la legislación ha hecho recientemente apuestas decididas e importantes: VVAA, Ley de Autonomía del Paciente, "Ley de Muerte Digna" en Andalucía... Este estudio del CIS aparece en un momento "oportuno" cuando a nivel estatal se está planteando la publicación de una ley "similar" a la que en Andalucía se ha promulgado que regula aspectos relativos a la "muerte digna". Ojalá que este estudio constituya un inicio, que se realicen otras investigaciones necesarias que arrojen luz sobre los temas del final de la vida, investigaciones como por ejemplo:
    creencias y tabúes de profesionales sanitarios sobre la muerte (la propia y la de sus pacientes),
    creencias y "miedos" de la ciudadanía sobre las decisiones en torno a la muerte: ¿por qué algunas personas manifiestan querer saber lo que concierne a sus propios procesos de salud y ocultan a sus seres queridos la información relativa a los suyos? (pacto de silencio),
    cómo nos gustaría a las personas vivir nuestros últimos momentos...
    Yo lo tengo claro y quiero poder decidir sobre mi muerte, igual que sobre mi vida... ¿podré?
    Un saludo, María Escudero

    ResponderEliminar
  10. Al leer la noticia me han sorprendido gratamente los resultados. A mi entender dan una idea de la madurez de la sociedad en torno a la muerte digna y considero que es una buena muestra de lo que los ciudadanos piensan en torno a la atención que desearían ante una enfermedad terminal.
    Considero que se han obtenido unos resultados muy interesantes y de gran valor, que toda la sociedad debería conocer y tener en cuenta, especialmente los políticos, sanitarios y responsables religiosos
    Se van dando pasos mas acelerados para la eutanasia y algo menos para el suicidio asistido, algo que considero en sintonía con el débil debate social en torno al tema y la necesidad de mayor información para la ciudadanía.
    Los sanitarios sabemos que es necesario poder hablar del sufrimiento y de la muerte sin tapujos, hay que ir desterrando el que sea un tema tabú y que las personas a las que atendemos puedan mostrar cuales son sus intereses ante el final de la vida. Estudios como este ayudan en este cometido.

    ResponderEliminar